Vigencia del marxismo revolucionario

Nuestra organización se ubica en las filas del marxismo revolucionario. Es continuidad de una corriente histórica que, basándose en el marxismo, lucha por la revolución a escala internacional.

Con este horizonte, la lucha contra las corrientes que se autodenominaban socialistas, pero que negaban planteos elementales de la revolución (como la necesidad de que la clase obrera se organice en partido político, asuma la lucha revolucionaria por el poder y conquiste la dictadura del proletariado sobre la burguesía), enfrentó a Marx y a Engels con algunas de las figuras más reconocidas de su época, permitiéndole delimitar frente a las distintas vertientes utópicas, parlamentaristas o directamente burguesas, una corriente revolucionaria que se organizaría por vez primera en la Liga de los Comunistas y en la Asociación Internacional del Trabajo.

Consecuentemente, el máximo jefe de los comunistas rusos, Vladimir Lenin, quien impulsó la organización de la clase obrera y su vanguardia y dirigió así la conquista del poder y la instauración del socialismo en su país, fue un ferviente combatiente contra las tendencias que abrevaban del marxismo pero renegaban de sus tareas centrales, incluyendo no sólo al populismo, sino también a los socialdemócratas reformistas rusos y europeos, todos autoconsiderados marxistas.

En ese camino, Lenin dio forma a la organización de los revolucionarios, demostrando la necesidad de un partido de cuadros profesionales, firmes política y moralmente, capaces de sostener la lucha revolucionaria frente a la creciente represión de la policía política zarista. Y en la dura batalla por el poder que llevaría cerca de 20 años, se ubicó siempre del lado del combate revolucionario, reclamando y adoptando el uso de la violencia organizada desde el partido, lo que lo llevó a reivindicar las experiencias pasadas de los llamados “terroristas”, a quienes no criticaba por sus métodos, sino por sus posiciones políticas populistas y por su falta de organicidad.

Así, Lenin, marcando los principios marxistas revolucionarios, esgrimió la independencia de clase contra la alianza y subordinación ante la burguesía; frente a las propuestas de un tránsito paulatino y pacífico al socialismo, levantó el combate revolucionario por el poder; frente al nacionalismo patriotero, levantó el internacionalismo proletario; y ante la propuesta de un partido de masas, donde se fundan los obreros convencidos con los vacilantes, y los combatientes bolcheviques con los socialdemócratas reformistas y pacifistas, opuso el partido de cuadros y combate con definición comunista, donde debía concentrarse la claridad programática y la intransigencia revolucionaria como garantía para impulsar por el camino de la revolución socialista al conjunto de los explotados y oprimidos, como efectivamente sucedió en octubre de 1917.

León Trotsky, militante incansable por la independencia de la clase obrera y primer compañero de Lenin en las más grandes tareas de la revolución bolchevique desde 1917 hasta la muerte del último en 1924, fue a su vez, el más destacado defensor de la continuidad del marxismo revolucionario, cuando la revolución rusa fue llevada hacia la traición contrarrevolucionaria por Stalin y su séquito.

Trotsky mostró, en primer lugar, que la política stalinista para la URSS no sólo no significaba una continuidad, sino que se ubicaba en las antípodas del planteo marxista revolucionario del bolchevismo lo que llevaría inevitablemente a la restauración capitalista (como bien lo anticipó más de medio siglo antes de que sucediera). Con el stalinismo, como lo denunciaría Trotsky, la reorganización social en pos de la igualdad y el bienestar colectivo fue trocada por una política contrarrevolucionaria, que, junto al culto a la personalidad, dio lugar a la conformación de una casta burocrática que afianzaba sus privilegios en la medida en que le recortaba al pueblo sus conquistas. Con un proceso contrarrevolucionario en la URSS sostenido a sangre y fuego (con purgas de miles de cuadros, la colectivización forzosa, etc.) se inició así una tendencia similar a nivel mundial que negaba el carácter permanente de la revolución (en cada país y en el mundo) impulsando en su lugar la teoría de la “revolución por etapas”, y que abandonaría la intransigencia en el combate revolucionario por el socialismo para alzar en su lugar las banderas del “socialismo en un solo país” y la “coexistencia pacífica”.

Frente a esta corriente contrarrevolucionaria mundial, Trotsky y la Oposición de Izquierda han cumplido un rol fundamental mediante el sostenimiento de los principios y la educación a las nuevas generaciones en las grandes líneas del marxismo revolucionario que el stalinismo pretendió usurpar y liquidar. Mientras el stalinismo aseguraba que era posible el sostenimiento del “socialismo en un solo país” y que podía además llegar a entendimientos con el capitalismo (lo que luego sería la “coexistencia pacífica”), Trotsky rescató como grandes enseñanzas del marxismo bolchevique el carácter internacional de la revolución proletaria y la necesidad de un combate a muerte por su conquista.

De igual forma, Trotsky sostuvo en alto el criterio de la independencia de clase enfrentando la doctrina stalinista que promovía la alianza con la burguesía por medio del “frente popular” o en nombre de una primera “etapa democrática” de la revolución. Las derrotas obreras en casos tan variados como China, España, Chile, Nicaragua, El Salvador, etc. están tristemente marcadas por la impronta stalinista de la confianza y alianza con la burguesía. Y en este camino (como también lo adelantara Trotsky), siguió la política antiobrera stalinista, llamando a detener la revolución mundial en nombre de la coexistencia pacífica, e impulsando la subordinación de los partidos comunistas a regímenes burgueses que tenían algún vínculo político o económico con la URSS.

Las líneas directrices del marxismo revolucionario, caracterizado por su programa de clase, su enfrentamiento intransigente a la burguesía y a las alianzas con ella, su internacionalismo y su disposición combativa para llevar hasta las últimas consecuencias la lucha por la revolución socialista, tuvieron su mejor continuador en nuestro continente: el Comandante Ernesto Che Guevara, uno de los máximos líderes de la primera revolución socialista triunfante en América Latina. A su puesto de honor como jefe revolucionario durante la lucha guerrillera y la toma del poder, Guevara sumó su práctica consecuente y ejemplar evidenciada tras el establecimiento del estado socialista en Cuba, donde luchó contra el burocratismo y el culto a la personalidad, y donde entregó todo para la edificación de una sociedad nueva, sin privilegios para nadie, que valorara el desarrollo conciente y moral de un hombre nuevo.

En un marco donde el stalinismo y su variante maoísta estimulaban el abandono del programa socialista de la revolución, reclamando la alianza con la burguesía, cuando el culto a la personalidad de Stalin se lo continuaba ahora con Mao y en ambos países se consolidaban las castas burocráticas, cuando se reclamaba la moderación y la no extensión de la revolución; la consecuencia de Guevara lo llevó, no solo a ser austero y antiburocrático en Cuba, sino a practicar él mismo el más amplio internacionalismo extendiendo la revolución por Latinoamérica y África con el firme proyecto de combatir a la burguesía en una conflagración mundial por la revolución socialista.

A su vez, la influencia más importante que el marxismo revolucionario tuvo en nuestro país se dio en organizaciones como el PRT-El Combatiente, el PRT-Fracción Roja y el Grupo Obrero Revolucionario. Organizaciones que se nutrieron de esta corriente para levantar como eje de su programa la revolución socialista en nuestro país; integradas por combatientes entregados de lleno a la causa revolucionaria; (…) que conformaron, para ello, partidos de cuadros, formados por militantes concientes y con una altísima moral, que entregaron todo en el combate revolucionario iniciado, para la toma del poder y la instauración del socialismo.

Cada una de estas y otras experiencias históricas de la revolución obrera, nos ha marcado una senda que estamos transitando, recogiendo los más grandes ejemplos de la teoría, la moral, la organización y la lucha revolucionaria para construir el partido revolucionario en Argentina y hacer la revolución socialista.